CORONAVIRUS
CORONAVIRUS
Desde hace varias semanas, un virus que ocupa los titulares de todo el mundo siembra la desconfianza y el miedo, haciendo tambalear muchas de nuestras certezas. Y si hubiera una lección que aprender de todo esto?
Nuestra consejera espiritual, hna. Dolores Aleixandre, comparte con nosotros la reflexión de un psiquiatra italiano, Raffaele Moretti, sobre este tema.
Creo que el universo tiene una forma de reequilibrar las cosas según sus propias leyes cuando se ven perturbadas. Los tiempos que vivimos, llenos de paradojas, nos hacen pensar...
En un momento en que el cambio climático alcanza niveles preocupantes debido a las catástrofes naturales, China, en primer lugar, y muchos otros países, en segundo, se ven abocados al bloqueo; la economía se hunde, pero la contaminación disminuye considerablemente. La calidad del aire que respiramos está mejorando, llevamos mascarillas, pero seguimos respirando...
En un momento histórico en el que resurgen en todo el mundo ciertas políticas e ideologías discriminatorias que recuerdan fuertemente a un pasado vergonzoso, aparece un virus que nos hace experimentar que, en un abrir y cerrar de ojos, podemos convertirnos en los discriminados, en los que no pueden cruzar la frontera, en los transmisores de enfermedades. Aunque no tengamos la culpa, aunque seamos blancos, occidentales y con todo tipo de lujos económicos a nuestro alcance.
En una sociedad basada en la productividad y el consumo, en la que todos corremos 14 horas al día en pos de algo, sin descanso, sin pausa, de repente se nos impone una parada forzosa. En silencio, en casa, día tras día. Contando las horas de tiempo de las que hemos perdido el valor, cuando no se miden en retribución de algún modo o en dinero. ¿Sabemos aún utilizar nuestro tiempo sin un propósito?
En un momento en que la paternidad, por razones de peso, se delega a menudo en otras personalidades e instituciones, el coronavirus obliga a cerrar escuelas y nos obliga a buscar soluciones alternativas, a volver a poner a mamá y papá con sus propios hijos. Nos obliga a volver a ser una familia.
En una dimensión donde las relaciones interpersonales, la comunicación, la socialización, tienen lugar en el espacio (no) virtual, en las redes sociales, dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la cercanía real, la única real: que nadie se toque, abrazos, besos, todo debe hacerse a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. ¿Hasta qué punto hemos dado por sentados estos gestos y su significado?
En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha convertido en la norma, este virus nos envía un mensaje claro: la única salida es unirnos, reavivar en nosotros el sentimiento de ayudar a los demás, de pertenecer a un colectivo, de formar parte de algo más grande de lo que somos responsables y que a su vez es responsable de nosotros. Corresponsabilidad : sentir que el destino de los que te rodean depende de tus actos, y que tú dependes de ellos.
Dejemos de buscar culpables o de preguntarnos por qué ha ocurrido, y empecemos a pensar qué podemos aprender de todo esto. Todos tenemos mucho que pensar y hacer. Con el universo y sus leyes parece que la humanidad ya está bastante endeudada y eso es lo que esta epidemia viene a explicarnos, a un precio caro".